¿Qué mujer de la literatura boliviana te ha impresionado?
Con motivo del Día de la Mujer Boliviana, escritoras, periodistas y colaboradoras de la Ramona escriben sobre algunas de las representantes de la literatura nacional.
Con la certeza de que hay mucho que investigar y reescribir sobre las mujeres bolivianas y sus obras, con motivo del Día de la Mujer Boliviana -en homenaje al nacimiento de la escritora Adela Zamudio-, nos dimos a la tarea de preguntar a escritoras bolivianas, periodistas y colaboradoras, ¿Qué mujer de la literatura boliviana les ha impresionado? Aquí algunas de las respuestas:
Gaby Vallejo
“La niña fue traspasada por el bautizo de la piel. Fue iniciada en el placer por un extraño rito maternal./ -No serás como yo -le dijo al final”.
Hay una escena en el “Del placer y la muerte”, de Gaby Vallejo, que me parece de una extraordinaria belleza y que además ilumina ese tema innombrable de la iniciación del cuerpo a partir del saber de la madre.La niña fue traspasada por el bautizo de la piel. Fue iniciada en el placer por un extraño rito maternal./ -No serás como yo -le dijo al final. En este texto, esta gran escritora se acerca a uno de los temas más cuestionados por la agenda política contemporánea, la maternidad, para explorar otras formas de representación que en nuestra tradición no estaban tan exploradas.
Otra escritora cuyo trabajo ha iluminado el mío es Blanca Elena Paz. Su precisión para el cuento breve alcanza grandes alturas en textos como Simetría o Las tres lluvias. En Simetría ese uso del plural es tan siniestro y conmovedor que uno piensa dos veces antes de narrar con un “nosotros” tan contundente.
Por Giovanna Rivero/Escritora.
Mónica Velásquez Guzmán
“No será éste un tiempo de tambores. no de latidos. no de torre serpental”.
De Mónica Velásquez Guzmán me conmueve su valentía para decir, pero además el territorio (los territorios) que, diciendo, construye para poder decir. Esos territorios no están sólo en la poesía, ni en la crítica literaria, en la cual insiste apasionada. También los instituye (y eso es, creo, lo fundamental) en los espacios de diálogo y aprendizaje, asumidos como encuentro humano, como necesidad básica, como iluminación. Más allá de la academia y de la escritura (como si eso fuera insuficiente), Mónica pregunta, pone en duda, cuestiona… en comunidad. Eso me conmueve, cada vez, de distintas maneras. Digo respeto, creyendo decir admiración y amor.
Por Claudia Peña Claros/Escritora.
Giovanna Rivero
Hija de la selva, salida de entre las hojas sudadas de una ciudad en el “culo del mundo”, Giovanna Rivero (Santa Cruz, 1972) emerge contundente como todo lo que sale de la selva y su presencia marca el camino femenino de una literatura honesta, brutal y sensual. Su escritura nos lleva por mundos transpirados con unas ganas incontroladas de orbitar en todas las tierras, en todos los mundos, en todos los cuerpos. El aporte de su admirable lenguaje a la literatura es ese que replica el habla de las tierras orientales de Bolivia, la “s” al final de las palabras no se pronuncia. En la escritura de Rivero hay algo que no se pronuncia, sus libros como Las camaleonas (2001), Tukson (2009) y 98 Segundos sin sombra (2014) revelan todo su poder en aquello que queda sin decirse, sin escribirse y sin nombrarse y sus mundos junto a su voz penetran en el lector como algo inquietante, algo no mencionado que se enrosca adentro de uno como la “s” muda de su tierra natal.
Por Alba Balderrama/Gestora cultural.
Hilda Mundy
Un día, la poetisa Silvia Merceses Ávila me pidió redactar un prólogo al libro de su madre que ya pocos recordaban. Así descubrí a Laura Villanueva, hija del gran arquitecto Emilio Villanueva y esposa del poeta Antonio Ávila. Hilda Mundy, el seudónimo que más usó, tenía voz propio, dura, fresca, valiente. Fue periodista en los años treinta y muy atrevida. Escribió relativamente por poco tiempo pero lo suficiente como para retratar una época, una clase social y un pensamiento. Luego se volvió famosa por estudios que iniciaron alumnos de la Carrera de Literatura, pero cuando redacté el prólogo aún permanecía en gavetas familiares y pude compartir el sentimiento filial de su hija y comprender en profundidad cada párrafo de sus escritos. Leerla sin los ruidos que provocan las modas fue una revelación.
Por Lupe Cajías/Periodista.
María Virginia Estenssoro
La mujer moderna, como un quiebre en la representación social-cultural de La Paz a principios del siglo XX y como un locus de efervescencia de la vitalidad de la ruptura, encuentra en el espacio cultural de la ciudad un escenario para su construcción, cotidiana y creativa, en la que la puesta en crisis de los roles y códigos resulta más compleja que el advenimiento de una renovación más o menos diáfana. Prueba de ello es este libro, escrito por una mujer moderna, tan moderna como la boquilla que ponía a sus cigarrillos o el rojo intenso de los labios con los que fumaba, un libro titulado como un personaje de un “cuento de ánimas”, pero también como un corte profundo en el pensamiento de la literatura boliviana del siglo XX. El occiso de María Virginia Estenssoro llegó a las librerías de La Paz en 1937. Este pequeño gran libro, como lo denominaron sus hijos en la primera reedición de la obra en 1971, salpicó de lodo a la sociedad de la época. La Paz tenía coches y tranvías, pero también mojigatos y beatas que lapidaron el primer y único libro publicado en vida por la escritora. La hipocresía, a la orden para tirar la primera piedra, agotó la edición, sepultó al libro bajo la censura y lo arrojó a los márgenes morales e higiénicos del leer bien, de esa nueva y moderna nueva inteligencia de la bohemia oficial que pensaba, sobre todo, desde y para los ejes de la configuración de la identidad y la nación bolivianas. La reedición de este libro casi 50 años después de su última aparición (con Dum Dum Editora, 2019) sirve, al menos, para interpelar acerca de los procesos de la ciudad y la cultura, y el alcance de rupturas que, como la de Estenssoro, no terminan aun su labor de resquebrajamiento del buen leer para el análisis de la representación de las mujeres desde el control de esta representación en sus manos.
Por Mary Carmen Molina Ergueta/Crítica e investigadora en literatura.
Emma Villazón
PARLAMENTO
No se aleja quien nunca se va,
sale por la puerta real o irreal
y se despide en tono de lluvia ascendente o pájaro.
Nadie parte fácilmente y quizás nunca del todo
de instancias mayores, sobre todo
del lugar del origen, de esa torre ambigua
y amenazadora, siempre hambrienta de sueños idénticos.
No hay quien no requiera tiempo y fricción
para alcanzar la corrida en pos de su lengua.
El punto de tensión entonces
no reside en la cantidad de escenas y abrazos que aletean
o qué ciudad a mediodía se abandona, sino con qué
perfiles, llaves, piernas de sombra y cielos plegables
se parte, con qué
gigantes en sonrisas
—dijo aquella que se va
en la intersección del pájaro
En Emma Villazón me conmueve esa voz poética animal, enigmática, mutante, onírica. Leo y releo este poema como una profética despedida, antes de que nos dejara de esa forma prematura y repentina.
Por Liliana Colanzi/Escritora.
Blanca Wiethüchter
DESASOSIEGO (de Primer rigor de El rigor de la llama)
(Fragmento)
Sería después de conocer el mar
que la niña que fui
cogió una piedra del agua.
Esa piedra
desconocida y verbal
Me posee
como un sol cautivo
con un fulgor
de país largamente buscado.
Esa piedra
como un carbón por lo negro
como un carbón por lo quemante
como un carbón por la ceniza.
Esa piedra
tosca
ardua en la memoria
se hizo fuego al tacto
y fue sin saberlo
un resplandor lejano
del cristal de la muerte
el don de la vida
el árbol del camino.
¿Y existe acaso el fuego para mí?
Blanca Wiethüchter, es una poeta que brilla por su lucidez poética y su exhaustivo trabajo académico, su obra ha marcado hitos en la literatura boliviana. Mi libro favorito es El verde no es un color y Luminar.
Por Lourdes Saavedra Berbetty/Escritora