¿Plagio de Viscarra, Vargas o Sáenz? A propósito del verso “el alcohol y la noche”
El autor realiza un cuestionamiento sobre la similitud entre dos fragmentos de texto que son atribuidos a ambos autores paceños en dos obras diferentes.
La figura de Víctor Hugo Viscarra (1958-2006) alcanzó cierta notoriedad en el campo de las letras, gracias a la exitosa publicidad de parte de sus amigos de “farra” (bebida), periodistas, catedráticos y espíritus acríticos que vislumbran en Viscarra autenticidad, originalidad y profundidad literaria. Bastaron pocos años para que sus partidarios sientan fascinación por la marginalidad urbana, al extremo de sobrevalorar las vivencias existenciales del autor, que sosegadamente transitaron por las sendas de la delincuencia, cantinas de mala muerte, alcoholismo, prostíbulos y las frías noches de los suburbios. Por tal razón, los textos de Viscarrosky (uno de los varios apodos concedidos a Viscarra) son estudiados y comentados en círculos académicos y universitarios, derivando de ella, un desmedido elogio a la obra y figura de Víctor Hugo Viscarra que se encuentra absuelta de toda crítica y cuestionamiento.
Un diálogo con Viscarra
Para contextualizar un curioso episodio que pasó desapercibido a los ojos de los apologistas de la literatura marginal, es necesario retroceder al año 2000, cuando se publicó el diálogo intitulado Persona non grata. De mi infierno, crear un paraíso (Entre copas con Víctor Hugo Viscarra), del autor Serafín Guerrero (Revista Boliviana de Cuento Correveydile, Nº 15, “De música y de guerra”, abril-julio 2000, bajo la Dirección de Manuel Vargas). El texto –en uno de sus pasajes– describe a Viscarra con las siguientes palabras: “Siempre que encuentro a este hombre de pequeña estatura, está sentado en la mesa de un bar, encogido en sí mismo como si quisiera escapar del mundo, a ratos sabe desviar la mirada torva a la espera de un cliente o una oportunidad para procurar la renta del alojamiento de esa noche. Su tufo ahuyenta a la gente. Su vivacidad casi insolente, le otorga una especie de carné de la marginalidad. Pero él no se avergüenza y más bien la esgrime contra los escritorzuelos de pluma almibarada y reivindica ese mundo oscuro, del cual todos somos responsables y no podemos sentirnos inocentes. Habla con propiedad de ella. Sus cuentos son una especie de correspondencia secreta, en la que nos muestra que aún de la pérfida se pueden sacar cosas bellas”.
Más abajo, Serafín Guerrero pregunta la relación entre el alcohol y la escritura. Y, Viscarra responde: “Si uno bebe para escribir acerca de los beneficios que le prodigará la bebida, allá él. Pero, si uno bebe simple y llanamente porque le da sed y no se hace problemas de las consecuencias que en su salud le infringirá la terminación OL, tenemos que estar seguros que las musas no dejaran pasar inadvertido este sacrificio, y prodigarán sus efluvios y dones a quienes así se sacrifican (…)”.
En ese mismo párrafo, Víctor Hugo Viscarra dice: “Sí, he tenido, y aún la tengo, una cadena interminable de vivencias con el alcohol, más, como yo estaba deliciosamente borracho, muy poco me acuerdo de ellas, aunque he escrito alguna vez cosas como ésta: Para el hombre que mora en la noche, para aquel que se ha adentrado en la noche y conoce las profundidades de la noche, el alcohol es la luz. El que su cuerpo se vuelva transparente y el que esta transparencia le permita mirar al otro lado de la noche, es obra exclusiva del alcohol”.
Los cuadernos “perdidos” de Viscarra
Al año de la muerte de Viscarra, el editor Manuel Vargas publicó el libro póstumo Ch`aquí fulero. Los cuadernos perdidos de Víctor Hugo (La Paz: Correveidile, 2007). El prólogo del texto manifiesta: “Esta colección de relatos fueron escritos de una manera que no a cualquiera le va a gustar, a mí, en lo personal, me gustan tal como están, y la opinión de la gente me es indiferente”, enfatiza Vargas.
Al introducirnos a los cuadernos perdidos de Viscarra, advertimos que en la parte final del libro se encuentra el capítulo Otros textos, y dentro de ella, Hojas sueltas (1983-1984), en donde nos topamos con estas líneas:
“El alcohol y la noche”
Para el hombre que mora en la noche, para aquel que se ha adentrado en la noche y conoce las profundidades de la noche, el alcohol es la luz. El que su cuerpo se vuelva transparente y el que esta transparencia le permita mirar al otro lado de la noche, es obra exclusiva del alcohol”.
Poemario La Noche de Jaime Sáenz
Aquí tenemos el meollo del asunto. Pudimos notar que las breves líneas dedicadas al “alcohol y la noche” fueron atribuidas a Viscarra, tanto en el diálogo con Serafín Guerrero, así como en el postrero libro Ch`aquí fulero. Pero resulta que en la década de los años ochenta, el poeta Jaime Sáenz (1921-1986) publicó el poemario La Noche (La Paz: Editorial Don Bosco, 1984), donde se encuentra el siguiente fragmento:
“Pues para el hombre que mora en la noche; para aquel que se ha adentrado en la noche y conoce las profundidades de la noche, / el alcohol es la luz. / El que su cuerpo se vuelve transparente, y el que esta transparencia le permita mirar el otro lado de la noche, / es obra exclusiva del alcohol”.
Entonces surge la pregunta: ¿Hubo plagio de Viscarra, Vargas o Sáenz? Al respecto, podemos ensayar tres hipótesis:
1) Se puede deducir que el “Bukowski boliviano” no era un gran lector ni mucho menos investigador –a pesar de algunos testimonios que lo pintan como un gran conocedor de la literatura universal–, ya que sus relatos se enfrascan bajo la lupa monótona del submundo urbano, es decir, libación, delincuencia, prostitución, drogas. En el caso que Viscarra hubiese leído y sustraído el citado pasaje del poemario La Noche, incurrió claramente en plagio, al atribuirse la autoría en la conversación sostenida con Serafín Guerrero.
2) El editor Manuel Vargas fue quien localizó y publicó Ch`aquí fulero. Los cuadernos perdidos de Víctor Hugo, en la editorial Correveidile. A esto hay que añadir, que gran parte de la producción de Viscarra fue armada, ordenada y tal vez redactada en su totalidad por Vargas. Esto conduce a deducir que el editor tuvo pleno conocimiento del fragmento “el alcohol y la noche”, de cuya primera aparición se encuentra registrado en la Revista Correveydile, y posteriormente, reapareció en el libro póstumo. Acá surgen varias interrogantes: ¿Quién es Serafín Guerrero?, ¿Existe el autor?, ¿Acaso el autor Serafín Guerrero es un seudónimo en donde se escondió el Director de la Revista Correveydile?, ¿Será que Serafín Guerrero sustrajo el fragmento de Saenz para adjudicarle la autoría a Viscarra?
3) Y por último, es que Jaime Sáenz haya plagiado a Víctor Hugo Viscarra. Lo cual es poco probable, puesto que, la forma en que está estructurado cada verso del poemario La Noche tiene conexión melódica en sus cuatro capítulos: La noche, El guardián, Intermedio y La noche. No por nada la poesía saenziana recibe hasta el día hoy críticas favorables dentro y fuera del país.
La ironía del caso es que los cultores y estudiosos de Jaime Sáenz y Víctor Hugo Viscarra no se percataron de este flagrante plagio. O será que los discípulos de esta corriente literaria son meros devotos de las tapas y contratapas y no así de su contenido. En este caso concreto, tienen la palabra los férreos discípulos de Sáenz y el poeta Manuel Vargas, que son ellos los que nos pueden develar este oscuro asunto. Ya que no podemos inquirir ni a Viscarra ni a Sáenz sobre este bochornoso calco proveniente de dos cultores de la barriobajera paceña.
Literato – @freddy_zarate1