Meditaciones en tiempo de [una siempre inminente] guerra civil
Meditaciones en tiempo de [una siempre inminente] guerra civil.
En 1919, el Sinn Fein, el partido republicano y con mayoría en Irlanda, promueve la creación de una asamblea de representantes ajena al Imperio Británico y declara la independencia, esto fue tomado como un acto hostil por el gobierno inglés junto con el asesinato de dos miembros del RIC (una especie de cuerpo policial con fuertes tientes militares que actuaba solo en Irlanda). Este acto fue el detonante de la Guerra de Independencia de Irlanda que duró entre 1919 y 1921, y terminó con la firma del tratadoanglo-irlandés; en él se estipulaba una gradual independencia de Irlanda, salvo el norte, pero mientras este debía someterse al gobierno y regulación ingleses.
Hoy los días montan en dragones, la pesadilla
cabalga nuestro sueño: una ebria soldadesca
puede dejar a la madre, asesinada ante su puerta,
arrastrándose en su propia sangre y salir impune […].
(Nineteen hundred and nineteen, 1919).
Durante este periodo de tiempo hubo un fuerte sentimiento nacionalista entre los irlandeses que ya no querían estar sometidos a los ingleses. La causa independentista se vio apoyada por la mayor parte de la población, sobre todo después de las atrocidades cometidas por las fuerzas inglesas, como la masacre, “Bloody Sunday”, del 21 de noviembre en Dublín. Sin embargo, con la firma del tratado, las cosas se calmaron por un breve periodo de tiempo. Como consecuencia del acuerdo, surgieron dos grupos: los moderados, a favor del Estado Libre de Irlanda que proponía el Tratado; y los radicales que veían en el tratado una traición a los ideales republicanos de la revuelta de 1916 y la consecuente Guerra de Independencia.
“Pero, ¿de dónde sacaremos agua –
preguntó Pearse a Connolly –
si todos los pozos están secos?”
Tan claro como puede ser
nada hay salvo nuestra sangre roja
para hacer un buen árbol de rosas.
(The rose tree, 1919). (1)
Debido a esta división social y posteriores políticas impuestas por el Tratado y el gobierno provisional del Estado Libre, miembros del IRA (Irish Republican Army) que hasta entonces se desempeñaba como el ejército provisional del nuevo país, tomaron por sorpresa Four Courts, sede del poder judicial; este fue el inicio de la guerra civil. El gobierno provisional, presionado por el Imperio Británico que no aceptaba ninguna oposición al Tratado, tuvo que intervenir y desde ese momento se libraron batallas en diferentes ciudades del Irlanda entre los conservadores, apoyados en recursos por los ingleses, y los radicales del IRA, cuyo alto mando proclamaba ser el auténtico gobierno de Irlanda. Al año siguiente y después de muchas más muertes que las que dejó la Guerra de Independencia, se firma la rendición de las fuerzas del IRA. Durante la guerra ocurrieron muchas ejecuciones extraoficiales de prisioneros de ambos bandos, daños cuantiosos a infraestructuras nacionales y destrucción de patrimonio cultural irlandés; todo esto dejó mellada la economía por varias décadas, hubo un decrecimiento significativo de la población y, sobre todo, rencores arraigados entre los pobladores de uno u otro bando que no cesaron del todo hasta medio siglo después.
Canto lo que se perdió y temo a lo que se conquistó;
camino en una batalla peleada una y otra vez,
mi rey es un rey perdido, perdidos soldados son mis hombres;
podrán correr los pies hacia el amanecer y el atardecer,
[pero] ellos siempre chocan sobre la misma pequeña piedra.
(What was lost 1936-1939). (2)
William Butler Yeats fue un poeta, dramaturgo y político irlandés que vivió entre el periodo de tiempo antes descrito. Muchos de sus poemas anteriores a la guerra de 1919, hablaban acerca de un pasado irlandés idealizado, apoyaban las consignas nacionalistas y las propuestas independentistas. Debido a la Guerra de Independencia y la posterior Guerra Civil, los excesos y resultados que se dieron entonces, Yeats moderará su posición, siendo más crítico con los discursos de ambos bandos porque entendió el papel incendiario que pueden tener los artistas e intelectuales en un conflicto.
¿Qué más puede decirse? En el país
nadie osa admitir, si tal su pensamiento fuera,
que un incendiario o un fanático siempre podrán hallarse
para quemar las ruinas sobre la Acrópolis
o hacer añicos los marfiles famosos
o traficar con las abejas y los saltamontes.
(Nineteen hundred and nineteen, 1919).
En posteriores años a la guerra, también en numerosos estudios y publicaciones sobre su obra, Yeats será tomado como un traidor por los más radicales, un anglófilo que apoyó la ocupación inglesa. Él fue un terrateniente, protestante (contrario a la burguesía católica en auge que conformaba gran parte del grupo radical), y quizás muy apegado a la tradición y a la aristocracia. Pero todas estas características no le impidieron ser crítico con la aristocracia que defendía el gobierno inglés.
¿Y si la gloria de puertas blasonadas
y edificios que época más altiva diseñara,
el ir y venir por los pisos encerados
y grandes cámaras y largas galerías, adornadas
con famosos retratos de los antepasados;
si todas esas cosas, las mayores que aprecia
la humanidad para bendecir o exaltar
junto con nuestra amargura la grandeza nos robaran?
(Meditations in time of civil war, 1923).
¿Cuánto la riqueza y el bienestar pueden adormecer el espíritu? ¿Cómo la prosperidad nos impide luchar por la grandeza? No la individual, sino la colectiva. Yeats critica la cobardía y el conformismo de la aristocracia irlandesa que apoyaba a los ingleses, planteando de forma irónica que, si nuestros hijos y nietos son felices y están seguros, dicho bienestar lo pagamos a costa de nuestro espíritu.
Un afable guerrillero,
un hombre corpulento, un Falstaff,
llega haciendo bromas sobre la guerra civil
como si morir por un tiro de fusil
fuese bajo el sol el juego más bello.
(Meditations in time of civil war, 1923).
Pero Yeats también criticaba la temeridad con se acusaban uno y otro bando, apelando al orgullo herido o la sed de venganza por los muertos, pues la causa política muy pronto se transformó en excusa, como muchas otras, para dar rienda suelta a pasiones sectarias.
Me vuelvo, cierro la puerta y en la escalera
me pregunto cuántas veces podría haber probado mi valor
en algo que los demás comprendiesen o compartieran
Más, ¡ay!, ambicioso corazón, si tal prueba hubiese atraído
un grupo de amigos o dejado en paz una conciencia,
solo nos habría hecho sufrir más […].
(Meditations in time of civil war, 1923).
Al final el poeta no toma partido. Ni se atribuye luchas que le son extrañas ni se agencia muertos que no son suyos. Yeats comprendió que cualquier grupo de sus compatriotas que quisiera imponerse sobre otro por las armas, no seguía nada más real que “unicornios como nubes pálidas”. No hay valentía en gritar entre matorrales por la sangre de un vecino, no hay cobardía en detener un golpe fratricida. Al final de su vida, Yeats comprendió y plasmó estas reflexiones con más fuerza en su obra.
Es hora de escribir mi testamento:
elijo hombres derechos
[…] Declaro
que heredarán mi orgullo,
el orgullo de quienes no se ataron
a ninguna causa, a ningún Estado,
ni a esclavos que fueron escupidos
ni a tiranos que escupieron […].
(The Tower, 1926).
NOTAS
Rodrigo Beltran Galdo – Escritor