Marcelo Suaznabar: "Me mantuve fiel al óleo, no quise incursionar en el arte contemporáneo"
Análisis de la reciente muestra Lucid dreams que se inaugura el martes en el IDB Staff Association Art Gallery de Washington, DC, en Estados Unidos, y entrevista al autor orureño que radica en Canadá.
El pintor orureño Marcelo Suaznabar es uno de los artistas nacionales que más reconocimiento y alcance internacional ha logrado, a base de entrega y disciplina por el arte. Entendiendo a la pintura como un oficio que requiere rigor y orden como cualquier otro rubro, se trasladó hace 17 años a Canadá (país al que llegó por primera vez en 1995, para un simposio de artistas jóvenes durante un mes), en busca de expandir y desarrollar su obra en un circuito que le posibilita mayor acceso al mercado y flujo artístico.
Es importante resaltar la conexión que realiza Suaznabar con la producción artística y la perseverancia y disciplina, llegando a trabajar hasta ocho horas diarias, dando como resultado más de 800 obras creadas. Como resultado, ha logrado tal vez el objetivo máximo de un pintor: establecer una firma inconfundible con un estilo, que él mismo ha definido como surrealista, alegórico y onírico, que traslada parcialmente a distintos escenarios o temáticas.
Su más reciente muestra es Lucid dreams, que se inaugura el martes en el IDB Staff Asociation Art Gallery de Washington, DC, en Estados Unidos, que permanecerá abierta hasta el 3 de octubre. Después, participará en ferias internacionales de arte en Nueva York, Ámsterdam y Singapur. En esta selección, Suaznabar se mantiene fiel a su estilo con la combinación de figuras antro y zoomorfas, encuadres generales y composiciones cerradas que se desarrollan en un solo plano, causando una sensación de claustrofobia en el espectador sumado a las miradas inquietantes de los personajes.
Sí, en esta exposición el artista da más rienda suelta a los paisajes, a veces desérticos otras veces directamente abstractos, donde ubica a sus figuras. Sigue latente la fuerte influencia de El Bosco (1450-1516), del que Suaznabar admite abiertamente ser un fiel seguidor. La principal huella del holandés en el orureño se puede notar en la extraordinaria inventiva de las figuras fantasiosas. Quizá la diferencia radica en que el primero manejaba una mayor cantidad de personajes en espacios más abiertos, imponiendo una impresión de caso; mientras que Suaznabar compone en espacios delimitados, que logran un efecto de tensión.
Uno de los aspectos que no se suele mencionar a la hora de analizar la obra actual de Suaznabar es la continuidad de la presencia del arte virreinal; si bien en un principio su trabajo era arte sacro, se continúa evidenciando lo alegórico de la pintura colonial, principalmente en las postrimerías y carros triunfales.
Compartimos una entrevista con el artista sobre su nueva muestra, los métodos de trabajo y su decisión de mantenerse en la pintura de caballete.
Las obras de Lucid dreams son fieles a tu estilo surrealista, alegórico y onírico. ¿Existe algún cambio en las piezas que componen esta muestra frente a otras recientes?
Estas piezas tienen un lazo que las une y es la figura distorsionada o transformada. En algunos casos se incrustan en superficies planas, desérticas o abstractas, creando una ilusión como un sueño lúcido, algo provocado con la idea de generar un escenario irreal con elementos simples y solitarios al mismo tiempo. Estas pinturas difieren con otras series en las que la sismología es más abundante y el tema en sí es más específico. En ambos casos mantienen ciertos elementos con los que estuve trabajando estos últimos años como los animales, cubos, relojes y personajes mutantes o trasformados.
Historiadores del arte te inscriben en la generación del 90, en la que surgen nuevos lenguajes, métodos y procesos de creación alternativos; sin embargo, tú te mantienes en el medio tradicional que es el óleo sobre lienzo. ¿Por qué decides mantenerte en esta línea y no seguir las llamadas artes visuales de tus contemporáneos?
Pues sí, pertenezco a la generación de los 90. Pienso que las artes visuales atraviesan cambios radicales constantemente en todas sus manifestaciones, desde un comienzo de mi carrera me mantuve fiel a la técnica tradicional del óleo por su versatilidad y cualidades que fui descubriendo con el tiempo. No quise dejarme coquetear con otras formas de crear como el arte conceptual, la instalación o el arte digital por decir algunas, quizá por una búsqueda de un lenguaje que tenga elementos propios y sea consecuente con lo que estaba pintando en ese momento que era figurativo con una fuerte influencia del barroco colonial. Ese apego al material y la figuración fue evolucionando con el paso del tiempo en su forma y contenido, experimentando incluso un cambio en mi paleta inicial a colores más fuertes y atrevidos. Esto derivó accidentalmente en una suerte de surrealismo mágico que se fue nutriendo por mi admiración a los artistas medievales y más adelante a los surrealistas del siglo XX.
En etapas de producción pintas de manera regular con hasta ocho horas de trabajo. ¿Compartes la idea de que la pintura es producto de un momento fugaz de creatividad o, más bien, demanda encararla con disciplina y regularidad?
Definitivamente la creatividad llega con la dedicación constante. La inspiración se la encuentra trabajando. Le dedico muchas horas de forma disciplinada en un encierro donde la soledad es fundamental para que la mente haga su trabajo de generar ideas e imaginar situaciones que salen de la nada para materializarse en un papel o una tela.
¿Cómo es el proceso de trasladar el subconsciente al plano del consciente, materializar el sueño?
Es como si se podría controlar una llave o válvula que al accionarla permita que las ideas fluyan sin detenerse en los detalles, es ahí cuando salto al papel para registrar un apunte o boceto o dibujar directamente sobre la tela. Pienso en un tema, visualizo en mi mente y transfiero al papel, luego el proceso de aplicar la materia es una combinación de acciones que comprende la decisión mental de darle el color adecuado y fusionar la idea principal con el entorno o los elementos que componen el espacio.
No todas tus obras se inscriben dentro de lo paradójico o absurdo, incorporas elementos de la cultura boliviana y temas universales como la angustia o el paso del tiempo. ¿Cómo combinas tópicos tan variados con un estilo surreal?
Parto de la premisa recurrente “la imaginación no tiene límites”, entre absurdos que juguetean con ironía y sarcasmo a tópicos que muestran preocupaciones consientes o inconscientes que se marginan y se vuelven autónomos y universales. Estos temas están entrelazados con un mismo lenguaje, mi paleta de colores es la misma y sus características van en la misma ruta. Quizás eso convierta estos tópicos variados en una inconsciente convivencia surreal.
A pesar de ser un pintor joven, ya has sido reconocido en el medio por tu característica impronta, primero con el arte sacro y ahora con el surrealismo, elaborando más de 800 piezas. ¿Cuál crees que es el límite de un artista o en qué momento decide incursionar por otras ramas, técnicas y contenidos?
No creo que exista un límite mientras el artista se sienta activo, si la mente sigue explorando y puede materializar de alguna forma sus creaciones la producción continuará, el límite sería la muerte. El incursionar en otras ramas y técnicas me atrae mucho, son parte del aprendizaje que alimentan y enriquecen la creatividad y la imaginación, esta experiencia logró con el dibujo, y la cerámica.
Periodista – caio.ruvenal.257@gmail.com