La histórica editorial boliviana Camarlinghi reaparece en El Astillero
Ensayos de historia, antología de cuentos, biografías y poesía publicó este antiguo sello de la segunda mitad del siglo pasado y del que se pueden adquirir algunas obras
Entre 1965 y 1982 funcionó en el país la editorial Camarlinghi, un sello que ofrecía títulos clásicos y contemporáneos en un formato no mayor al de los 19 centímetros, cómodos de llevar y con unas bellísimas portada de Mario Vargas Cuellar, Clovis Díaz o Lalo Flores, entre otros. Las obras se caracterizaban, por un lado, por ser accesibles para un público más o menos masivo, de ahí el nombre completo de Ediciones Populares Camarlinghi (EPC); y, por el otro, por su recuperación de trabajos de autores fundamentales que habían sido relegados al olvido.
Algunos de estos libros “descatalogados” han reaparecido y se pueden adquirir en la librería El Astillero (calle España entre Heroínas y Bolívar), que añade una colección más a su vasto y diverso stock. “Unas rarezas, algunas tuvieron reediciones, pero otras siguen siendo el único referente”, refiere Juan José Cossio, librero de Los Amigos del Libros.
Destaca entre los libros disponibles dos obras del diplomático e historiador sucrense Alberto Gutiérrez (1862-1927), quien fungió como embajador en diferentes países como Francia, Brasil o Colombia pero que es históricamente conocido por ser el firmante boliviano del Tratado de Paz y Amistad del 20 de octubre de 1904, que tenía el fin de terminar el estado de guerra existente entre Chile y Bolivia desde la Guerra del Pacífico. Justamente han reaparecido las que se consideran sus dos obras más importantes: los dos tomos de La guerra de 1879, donde ofrece una visión única del conflicto armado, desde su privilegiada posición de representante político, y El melgarejismo antes y después de Melgarejo, basándose en el título de El maquiavelismo antes de Maquiavelo del francés Charles Benoist.
Sostiene el autor que el “melgarejismo” fue un estado sociopolítico, “propio de nuestro país” y susceptible de haberse dado y darse antes y después de Melgarejo, permitiendo su estadía en el poder durante seis años.
Otra de las joyas reencontradas de Camarlinghi es el ensayo biográfico de Simón Bolivar El libertador de Alcides Arguedas (1879-1946), que la editorial recuperó para ofrecer, en 1973, una segunda edición 90 años después de que se lanzará la primera en 1883, cuando el político e historiador paceño envío su trabajo al certamen literario convocado por el entonces presidente Narciso Campero, en homenaje al centenario del fundador de la República. Curiosamente la obra fue editada incompleta desde su primera versión y se mantiene así hasta nuestros días.
Otra de las obras que se pueden encontrar del autor de Raza de Bronce es Vida Criolla (1905), una de sus primeras novelas y en la que muestra “los defectos sociales de una pequeña ciudad que trata de culminar su camino hacia la urbe”, como sintetiza la edición de Camarlinghi.
Sobresale, del mismo modo, en este reducido pero importante stock existente, La villa imperial de Potosí, relato escrito en 1905 y firmado por Brocha Gorda, seudónimo de Julio Lucas Jaimes (1845-1915), padre del poeta modernista Ricardo Jaimes Freyre, y quien es considerado como uno de los fundadores del estilo “tradicionalista/costumbrista” en América, junto al peruano Ricardo Palma.
Un autor visibilizado por este sello editorial del siglo pasado, a través de Episodios históricos de la rebelión indígena de 1781 fue Arturo Costa de la Torre (1903-1984). Escritor, historiador y considerado como una de las principales figuras de la bibliografía boliviana, llevando su nombre la Biblioteca Municipal de la sede de Gobierno, resguardando más de 53 mil obras catalogadas que Costa de la Torre coleccionó por 80 años. De las múltiples organizaciones civiles que fundó, sobresale el Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de la H. Municipalidad de La Paz.
El cochabambino Alfredo Medrano pudo publicar con Camarlinghi, con su colección de relatos Cuentos Perros. Fue periodista y columnista de Los Tiempos, popularizándose con el seudónimo de Urbano Campos. Ramón Rocha Monroy lo reconoció como gran influencia, por su prosa tradicionalista y “ligada a la tierra” en los años 80s y 90s, según recuerda Cossio.
Otros de los títulos que se pueden contemplar, degustar, hojear o comprar en El Astillero de este nostálgico sello son las colecciones de relatos Narrativa minera boliviana (1981) de René Poppe, donde recopila escritos desde la colonia hasta la segunda mitad del siglo XX; El cuento en el oriente boliviano (1981), una antología de Edgar Oblitas Fernández (1935-2004), conocido por su ensayo Historia secreta de la Guerra del Pacífico; y una selección de Cuentos breves de Adela Zamudio.
El altruismo de Camarlinghi
Al igual que ocurre con la gran mayoría de propuestas culturales en el país, dependiente de la buena voluntad de particulares, Camarlinghi lleva el nombre de su creador, José Camarlinghi Rosas (1928-2013). Importante impulsor de la literatura boliviana, que con su sello publicó más de 100 títulos, que incluían novelas, ensayos, antologías y reediciones, pasando por sus páginas — aparte de los anteriormente mencionados — Mariano Baptista, Antonio Paredes, Adolfo Cáceres, Alberto Ostria, Vicente Pazos Kanqui, José Antonio Arze o Bartolomé Mitre.
Entre sus labores destacan la creación de la primera Feria del Libro de Autores Bolivianos en 1968, que se llevó a cabo en la plaza del Estudiante de La Paz. Era conocido además como el poeta de los niños, al apostar por la publicación y difusión de libros infantiles, en una época en que ninguna editorial confiaba en las obras para niños. En 1979 fue nombrado como “mentor y difusor del libro boliviano” por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), según recoge el portal de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil.
Un año después de la muerte de Camarlinghi, en 2014, su hijo, Iván Camarlinghi, recordaba que Colección Popular murió a causa de “las crisis del 80, las dictaduras, la ausencia de interés de las autoridades en promover la lectura, la incultura, la ignorancia y los bancos que se negaban a financiar una pesada deuda para los promotores de la cultura”.
La crisis del 80, las dictaduras y la ausencia de interés de las autoridades en promover la lectura fueron los paredones de fusilamiento de Colección Popular y la inédita iniciativa murió de inanición en medio de una lluvia de incultura, ignorancia y bancos que se negaban a financiar una pesada deuda para los promotores de la cultura, según escribe su hijo Iván Camarlinghi, periodista y diplomático.