Idea
Un homenaje a la poeta, ensayista y crítica literaria uruguaya Idea Vilariño, una de las figuras clave de la llamada Generación del 45, que renovó las letras en Uruguay, y que el pasado 18 de agosto hubiera cumplido un siglo de vida
Redes lanzadas al mar, eso son los poemas de la escritora uruguaya Idea Vilariño. Basta uno, hasta el más pequeño, sin anécdotas, conciso, desprovisto de necesidad de desarrollar nada; uno, para quedar atrapado en su red, en su mar único. “Decir no / decir no / atarme al mástil / pero / deseando que el viento lo voltee / que la sirena suba y con los dientes / corte las cuerdas y me arrastre al fondo / diciendo no no no / pero siguiéndola”.
Era así. Apasionada y sin pasión, queriendo hundirse pero no, queriendo morirse solo para sentirse viva, amando mucho solo para constatar que las cosas, como el amor y la vida, se terminan. Era así, definitiva: “Aquí / lejos / te borro. / Estas borrado”.
“Ella no tenía empeño en ser feliz. Lo que tenía era empeño en ser ella misma”, le dijo su amiga Irina Bogdachevsky a Leila Guerriero la periodista argentina que escribió un perfil sobre Idea Vilariño en 2010. Un perfil que se publicó bajo tres distintos títulos que pueden leerse como un código secreto de los poemas red que arrastraron a la periodista al mundo apasionado e inteligente de la poeta: “Ya no será ya no” para “El Malpensante”, “Si muriera esta noche: un acercamiento a Idea Vilariño” en la “Revista UDP” y “Esa mujer” en su libro “Plano americano”.
Idea nació hace cien años, en 1920, el 18 de agosto en Montevideo, Uruguay. Su padre fue Leandro Vilariño y su madre Josefina Romani. Y sus hermanos tenían nombres que solo un poeta y anarquistas y una lectora, frágil y enfermiza podían dar a sus hijos: Azul, el hijo mayor, Alma, Idea, Poema y Numen, el hijo menor. No fueron una familia pudiente. Tuvieron que vivir en una casa chica, a lado de una calera y llena de polvo de cal, en la calle Justicia. Lo que aumentó la enfermedad de piel de Idea y de su asma. Cuando dejó esa casa no volvió al seno familiar. Pero siguió haciendo lo que hacía siempre desde muy pequeña, escribir poemas. Con los años siguió escribiendo, construyendo una obra enorme que entra toda en trescientas páginas. Siguió amando, teniendo hombres, amándolos, dejándolos o siendo abandonada por ellos. Siguió volviéndose un monstruo literario imparable. Participando de la vida intelectual, crítica y artística de Uruguay, con textos en la famosa revista Marcha, publicando traducciones del inglés y el francés. Hasta que en 1950, se enamora de Onetti.
“Éramos dos monstruos”, dijo en una entrevista, de su relación con Juan Carlos Onetti. Se amaron, se odiaron, se metieron a la cama durante días, se tiraron la puerta en las narices. Vivieron una relación mutilada. Él estaba casado, ella no quería casarse. Ella sabía que todo se termina, él posiblemente no sabía lo que quería. Idea le dedicó su libro Poemas de amor (1957) y él su novela Los adioses (1954). Hasta que años después, desde Madrid, Onetti dijo en una entrevista que él no creía que ella lo amaba. Y entonces el orgullo de ella, la rompió y le quitó la dedicación de su libro y le siguió aumentando poemas de amor dedicados a otros hombres con los que estuvo.
El 18 de agosto de este año se celebró el centenario de su nacimiento. Este año que se empeña en recordarnos, en palabras de Idea, que “ni con delicadeza / ni con cuidado. / Acaso / tiene delicadeza / vivir / romperse el alma”. En su honor publicamos tres poemas que pertenecen a los temas que toco en sus libros: existenciales, políticos y de amor.
ESO
Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía.
Mi desdén
mi crueldad y mi congoja
mi abandono
mi llanto
mi agonía
mi herencia irrenunciable y dolorosa
mi sufrimiento
en fin
mi pobre vida.
(Nocturnos, 1950)
SOLO PARA DECIRLO
Qué hijos de una tal por cual
qué bestias
cómo decirlo de otro modo
cómo
qué dedo acusador es suficiente
qué anatema
qué llanto
qué palabra que no sea un insulto
serviría
no para conmoverlos
ni para convencerlos
ni para detenerlos.
Solo para decirlo.
(Pobre Mundo, 1970)
EL FUEGO
Sin él
aquí
sin él.
Su fuego susurrando.
(Poemas de amor, 1987)
Productora y gestora cultural- albita35mm@gmail.com