Elogio al biólogo
Un homenaje al compositor, humorista y músico Marcos Mundstock de Les Luthiers, quien pasó a mejor vida el 22 de abril, y el trabajo que desarrolló en la agrupación con su colega, el también fallecido Daniel Rabinovich.
Como si fuera parte de una última broma retórica, el pasado 20 de abril circuló un rumor digital, anunciando la muerte del maestro Marcos Mundstock, el célebre narrador de Les Luthiers que, desde la década del 60, nos compartió las anécdotas alrededor de las grandes obras del gran compositor Johann Sebastian Mastropiero. Pocas horas después el rumor fue desmentido, no sin haber generado tristeza y zozobra en miles de personas, y devolviendo el sosiego a quienes tomamos cariño a este grupo de músicos humoristas. Dos días después la noticia no fue falsa, la voz grave e hipnótica de Mundstock calló. Los fanáticos, tal vez ejercitados por la falsa alarma, recibimos con resignación su partida. De alguna manera, estando preparados, no fue sorpresivo, aunque no dejó de ser doloroso.
La partida de Mundstock deja un hueco imposible de rellenar. Su sobriedad y dicción perfecta frente al micrófono, siempre con una carpeta roja en la mano, generaba el espacio perfecto para ese humor nutrido de juegos de palabras. Para las hilarantes narraciones de las anécdotas de Maestropiero, que en el mundo versátil de la ficción abarcaba una larga lista de estilos musicales, regiones del mundo e incluso momentos históricos.
Marcos Mundstock es el tercero de los miembros fundadores del grupo en fallecer. El primero fue Gerardo Masana, el Luthier pionero que dejó el mundo prematuramente, el año 73 y a la edad de 36 años.
Después, siendo ya un grupo consolidado y reconocidísimo, hace poco más de cuatro años perdimos a Daniel Rabinovich, un favorito personal junto a Mundstock.
El grupo, reformulado y con nuevos integrantes, continuará ofreciendo buena música y buen humor, eso es un hecho. Sin embargo, las ausencias de Mundstock y Rabinovich significan, para mí, el fin de algo hermoso que había en el diálogo de estos dos personajes. Los que hemos seguido los espectáculos de Les Luthiers podemos reconocer la identidad que cada uno de los integrantes manifiesta en el escenario y sabemos que la mezcla sinérgica de ellos, con sus características propias, era el principal catalizador para la explosión de risas que genera siempre en el público. Basta recordar a Lazy Daisy, a El sendero de Warren, La cantata del adelantado don Rodrigo Díaz de Carreras…, o Las majas del bergantín, por nombrar algunas.
En ese punto, mis dos favoritos, Mundstock y Rabinovich, encarnan roles que imagino no muy alejados de su naturaleza personal. Uno serio, de voz grave y solemne, lo que configura una especie de aura sacra alrededor del humor ingenioso y retórico que propone; el otro pícaro, con una sonrisa de niño travieso que resalta más con el infaltable bigote, de un humor quizás más ágil pero no por ello menos ingenioso. La interacción de ambos siempre me dio una sensación de armonía, como un juego de voces tan natural que, de buenas a primeras, uno lo asume como algo unitario a pesar de ser dual.
Tal vez esto fue lo que vieron los productores de la película argentina Mi primera boda (2011), en la que el dúo encarna a un sacerdote católico y un rabino que se pierden camino a celebrar una boda mixta. Las escenas en las que ellos aparecen y reflexionan sobre la divinidad con ese humor propio de sus interacciones son, sin duda, los puntos altos de esta película dirigida por Ariel Winograd e interpretada por Natalia Oreiro y Daniel Hendler.
El grupo argentino supo explotar bien esta dualidad, poniendo a ambos miembros a interactuar en varios de los números que presentaron a lo largo de su carrera. Por ejemplo, la inolvidable historia de Daniel y el Señor, una ópera sacra que comienza con patada voladora: La música religiosa ha presentado históricamente diversas formas. Por ejemplo, los himnos gregorianos, que sólo se cantan, las misas para coro y orquesta, que se tocan y se cantan, los coros de novicias, que se miran y no se tocan, dice Mundstock con la solemnidad que lo caracteriza. Posteriormente, el narrador pasa a encarnar a Dios, que tras la intercesión de un coro de ángeles decide a ayudar a Daniel, un líder hebreo interpretado por Rabinovich, que sufre un asedio por parte de los filisteos.
También se puede mencionar a La hija de Escipión, ópera de autoría de Johann Sebastian Maestropiero que narra las galanterías de Daniel el seductor (Rabinovich) a Juana, la hija de Escipión. Otra vez, la seriedad de Mundstock le confiere la autoridad para ser el celoso padre, patriarca violento de su ciudad. Y, en contrapunto, está en la picardía de Rabinovich, necesaria para ser un amante bandido y astuto. El remate de la opera está en el cumplimiento esperado del carácter de Daniel, zafando la situación; y la manifestación de un giro de tuerca en la personalidad de Escipión, algo que no esperamos del sobrio personaje. Por demás está decir que ambos músicos hacen gala de su talento como cantantes.
Una dinámica similar entre ambos se encuentra en Lo que el sheriff se contó, en la que Rabinovich interpreta a Howard Benson, un sheriff charlatán que narra de manera exagerada sus hazañas para vencer al malvado Rick, delincuente forajido interpretado por, oh casualidad, Mundstock. Nuevamente ambos encarnan la picardía y severidad con un giro de tuerca en una complicidad que se revela al final.
Pero el cénit de este par de astros en la constelación de Les Luthiers es, sin duda, su interpretación en El negro quiere bailar del espectáculo Unen canto con humor. Mundstock comienza la introducción hablando del merengue como ritmo musical cuando es interrumpido por Rabinovich. Entonces el narrador lo invita a ser parte de esa introducción, y esto, digo, deja de ser un simple monólogo para convertirse en un bi-ólogo. Rabinovich entonces comienza a hablar del merengue como postre y a partir de ello comienza un delirante diálogo entre ambas personalidades. Luego, como para justificar esa locura que estos dos genios desatan en el escenario, alcanzamos a entender que todo acontece en un manicomio.
Releyendo, volviendo a ver estos números, y recordando las tardes enteras que mi hermano Micky y yo pasamos riendo con estos espectáculos me queda, más claro que nunca que la interacción de estas dos personalidades fue una de las formulas fundamentales para la edificación de Les Luthiers como la institución del humor que es hoy por hoy. Este brillante biólogo que nos ha regalado incontables risas y frases para aplicar en el vivir cotidiano.
Solo me queda agradecer que hace más de 50 años estos dos astros se conocieron de casualidad en un coro universitario. Agradecer las risas que Marcos Mundstock produjo, y el gusto desarrollado por sus juegos de palabras, por las canciones ovaladas, por las historias de Maestropiero y su mayordomo… hablando de eso, con el mayordomo de Maestropiero hay una historia muy interesante… ¿Qué… ya la saben?
Escritor.