Cultura en Bolivia: “novela” breve de un “gasto absurdo”
Sobre la eliminación del Ministerio de Culturas, considerado “un gasto absurdo” por la administración transitoria de Jeanine Añez.
Un docente universitario que se decía progre pero que se reconvirtió a esa tendencia neofascista bautizada como “pitita” nos recordaba en clases la leyenda negra de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler al que le adjudican la frase: “Cuando escucho la palabra ‘cultura’, echo mano a mi pistola”. 75 años después de que los nazis fueron vencidos por el mundo, hay represores que sin embargo siguen tocando la cartuchera: el pasado jueves, el gobierno “transitorio” de Jeanine Añez anunció el cierre del Ministerio de Culturas en Bolivia.
Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia (1885)
Quienes han seguido mi trabajo como periodista, oficio en el que comencé hace más de media década precisamente en el ámbito cultural, saben que, si algo he sido, es crítico con la gestión del anterior Gobierno en este quehacer. Autoridades sin experiencia o sin ideas puestas a dedo, presupuesto insuficiente, ninguneo de la importancia del sector y falta de políticas de largo aliento hicieron que cuestione yo la total veracidad de la consigna “revolución democrática y cultural”. Y, a pesar de ello, o tal vez por esa misma actitud, un día el entonces oficialismo me invitó a ser candidato a diputado en los comicios de 2019. Acepté con gusto, entre otras razones porque antes vi cómo algunas de las propuestas que plantee fueron recogidas en un plan de Gobierno, y existía el compromiso de reparar los errores.
Raza de bronce (1919)
Y no es que tampoco se “hizo nada”, como gritan los amnésicos selectivos que hoy padecen con todos una administración bruta y militarista. Para empezar, la de Evo fue la primera Presidencia en nuestra historia que creó y mantuvo un Ministerio de Culturas. Uno que, en ese ya lugar común de los “14 años”, subió el valor de los premios nacionales y estableció otras categorías y otros tantos galardones, como los Abaroa. Uno que, con la Ley del Libro, anuló los impuestos a ese bien de primera necesidad, y patrocinó planes de lectura y actividades con escritores, cuando no ferias en todo el país. Uno que se animó a renovar la Ley del Cine, y parte de un Estado creó nutridos fondos concursables, el último el del ahora desaparecido Programa de Intervenciones Urbanas, a cargo de otra cartera.
Y eso para no hablar de la inclusión real de las culturas indígenas en representación y normas, de esa gran proeza nacional que significó la reducción del analfabetismo, de la puesta en marcha de esa notable iniciativa que hasta hace medio año fue la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia o el Centro de Investigaciones Sociales, del potenciamiento de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, de la exención de tributos a los artistas carnetizados y de la constitución de infraestructura para las artes en varios departamentos. Claro que se avanzó, aunque el camino era largo, apenas comenzaba y recién se percibía la urgencia de apurar el paso.
Matías, el apóstol suplente (1998)
Restaba satisfacer –y por ello su inclusión en un plan de Gobierno– demandas vitales e históricas como las leyes de Culturas y del Artista, la articulación del rubro patrimonial con el turismo para la sostenibilidad de ambos, más fondos concursables y fomento al agonizante periodismo y la investigación cultural, la impresión y distribución masiva de libros, y la edificación de teatros, galerías, museos y espacios como la añorada Cinemateca Departamental de Cochabamba, con el fin de imaginar una inédita industria cultural. Sueños que se estrellaron en la pesadilla que significó el golpe de Estado perpetrado por fuerzas conservadoras, la milicia y la Policía en noviembre pasado.
Los deshabitados (1959)
Desde entonces, como sucedió con el aparato público sin excepción, no solo todo se paralizó, sino que se procedió a destruir lo hecho. El dedazo de Añez recayó en Martha Yujra como ministra del área, no por su trayectoria o iniciativas, sino porque era la cuota de poder de una dirigencia alteña afín al derrocamiento. Su primera medida fue la más obvia, una masacre blanca seguida por el incumplimiento o anulación de obligaciones, estando impagos hasta hoy los premios literarios nacionales y hasta hace poco los de Intervenciones Urbanas, cuyos ganadores tuvieron que en la práctica mendigarlos.
Entre varios, dos hechos icónicos de su tan corta como nefasta gestión luego pintaron de cuerpo entero la impronta de Yujra. El primero, la vergüenza nacional que supuso su intervención en una junta de ministros de Cultura de la región con la Unesco, en la que nuestra representante, valga la ironía, no habló de cultura. Lo segundo fue un fallido intento de “ayuda” a artistas potosinos durante la pandemia, mediante una humillante canasta alimenticia con alguna gaseosa y productos vencidos. Ante el reclamo de los “beneficiarios”, la señora arguyó un “robo” por parte de comunarios, hecho del que no tienen pistas ni la Policía ni otras autoridades.
El run run de la calavera (1983)
Pero lo peor estaba por venir. Estableciendo como “gastos absurdos del MAS” a los de cultura, el deporte y la comunicación, Jeanine Añez anunció el pasado 4 de junio el cierre de los respectivos ministerios, con la supuesta finalidad de destinar sus recursos para prevenir y tratar el coronavirus. Tales reparticiones, dijo, pasarían a depender de otros ministerios, las dos primeras de Educación, a cargo del extremista conservador –e indígena– Victor Hugo Cárdenas, quien tiene ya grandes líos con escuelas, colegios, universidades y padres de familia.
La sorpresiva determinación se tomó en medio de la convergencia de las más graves crisis del último tiempo. Solo en cuanto a la de sanidad, el régimen la afrontó principalmente militarizando, subiendo el sueldo a los policías, rompiendo su propia cuarentena haciendo uso de aviones del Estado para fines particulares, comprando respiradores inservibles con sobreprecio, al igual que material represivo, y sin coordinar acciones con mandos subnacionales. También por estos antecedentes, la excusa del “ahorro” fue tomada como ofensiva, más cuando al día siguiente el ministro de Planificación, Oscar Ortiz, no pudo informar ni sobre el porcentaje que supuestamente se iba a economizar.
Aluvión de fuego (1935)
Quienes sí hicieron el cálculo fueron medios y políticos opositores. El ahorro es apenas del 0.03% del gasto público. Culturas tenía asignados 101 millones de bolivianos, en tanto que –lo señalaron los diarios– tan solo en los días de cuarentena, el Ejecutivo había transferido 506 millones de bolivianos a los ministerios de Defensa y Gobierno. Y, como sal a la herida, en la jornada que dejaban de funcionar los ministerios recortados se filtró la creación de una unidad policial “especial”, abocada en exclusiva al resguardo de Añez. Quedó así más que claro, por si alguna duda había, cuáles eran las “prioridades”.
Lo anterior y la aguda debacle moral por otras irregularidades motivaron reacciones inmediatas y extendidas. La mayor parte de los afectados protestaron la afirmación de Añez: “Soy artista, no soy un gasto absurdo”. Y aun entusiastas creadores “pititas”, que hasta canciones compusieron antes y después del golpe, mostraron su enojo. Muchos convocaron a la discusión del tema en conversatorios virtuales**, a “apagones culturales” y a performances que, si no son prohibidos, se desarrollarán esta semana en ciudades.
Pero, hay que apuntarlo, hubo asimismo artistas e intelectuales que celebraron la medida, con el argumento de que poco hizo por ellos el Ministerio. Algo así como que matar a un enfermo es mejor que curarlo. Este sector insiste además, en la línea de una narrativa ya extendida, en que el actual gobierno es “lo mismo” que su predecesor. A ellos les responde la lógica: para empezar, no es “lo mismo” quien funda un Ministerio que quien lo elimina. Y, más importante, la creación de esa cartera respondió por otro lado a la demanda de los propios artistas, de todos los colores políticos, que, como en el resto del mundo, quisieron tener su lugar en la institucionalidad del Estado.
Íntimas (1913)
¿Qué hacer? El camino no es otro que el de la lucha pacífica por una reivindicación ciudadana que nos compromete a todos. Sin contar con que puede ser una gran fuente de ingresos, en el marco de una industria bien consolidada en la denominada economía naranja, la cultura es transversal a nuestra existencia, partiendo de lo cotidiano. Y, en especial en tiempos de crisis, no puede ser ajena a la gestión estatal, más en tiempos de una grave ruptura social que puede llevarnos otra vez a la violencia. La cultura, qué duda cabe, construye nuestro imaginario de nación.
La última imagen de bolivianidad más potente que guardo en la memoria es de hace cuatro años. Las portadas de los principales diarios destacaron en 2016 una postal conmovedora: lado a lado, la cantautora chuquisaqueña Matilde Casazola y la actriz uruchipaya Sebastiana Kespi, posando con sus respectivos reconocimientos, entre ellos una medalla tricolor, del Premio Nacional de Culturas y del Premio Nacional a la Gestión Cultural Gunnar Mendoza. Casazola, no es ocioso recordarlo, publicó 17 obras de poesía y compuso más de 100 canciones, las más conocidas “De regreso” y “Como un fueguito”. Kespi fue la actriz que protagonizó el documental Vuelve Sebastiana (de Jorge Ruiz, estrenado en 1953 y una de las 12 películas fundamentales del país). Casazola proviene de una familia tradicional de Sucre. Su música y sus escritos han cautivado al público popular y a las esferas de la “alta cultura”. Kespi, por su parte, era una indígena dedicada al pastoreo en una empobrecida región de Oruro, un símbolo de resistencia de nuestros pueblos. Armar ese contrapunto, ahora en riesgo ante la desaparición de la entidad que promovió los galardones, es el primer paso para hacer patria.
Retomando el tema de la lucha, lo principal para ella es conocernos. He subtitulado los párrafos de este texto con nombres de algunas de las 15 novelas fundamentales de Bolivia (otra iniciativa, por cierto, apoyada antes por el Estado). Leer es subversivo y no le agrada al poder, lo sabrán al hojear cualquiera de las obras que ratifican que la cultura ha sido y será siempre semilla de cambio.
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** Entre otros, este miércoles 10 de junio a las 19.00 horas, por ejemplo, el colectivo ciudadano Kanata llevará a cabo un conversatorio virtual sobre el tema en su sitio de Facebook: https://www.facebook.com/colectivokanata/
Periodista – Twitter: @SergioDelazerda