Catherine Deneuve, 80 años del mito del cine francés
Una de las mayores estrellas del cine francés de todos los tiempos, que trabajó con directores como Buñuel y Polanski, nunca temió ocultar su pensamiento político ni escapar a las polémicas
Catherine Deneuve, una de las mayores estrellas del cine francés de todos los tiempos, cumple este domingo 80 años. ¿Cómo lo celebrará? “Eso no me interesa”, contestó a la revista Paris Match recientemente mientras hacía lo que sí la ocupa estos días: hablar de su último filme, donde encarna a Bernadette Chirac.
Nacida en el distrito XVII de París en 1943, Deneuve acumula más de seis décadas de carrera, una filmografía de alrededor de 150 películas, premios en los principales festivales europeos y una nominación al oscar, por Indochina, en 1992. Incluso puede presumir de haber sacado un disco junto Serge Gainsbourg, Souviens-toi de m’oublier, en 1981.
Ella, que nunca ha estado muy de acuerdo con el título de gran dama del cine francés, llega paradójicamente a su 80 aniversario interpretando a una primera dama, la que fuera esposa del fallecido presidente Jacques Chirac, en Bernadette, una comedia de la realizadora Léa Domenach estrenada en Francia el pasado 4 de octubre.
“No es un ‘biopic’”, ha reiterado en numerosas ocasiones, explicando que el biográfico es un género que no le interesa particularmente. Tampoco quiere ni oír hablar sobre una película de su propia vida, siempre celosa de su intimidad y no muy satisfecha del trato que la prensa le dio a lo largo de su carrera.
Su verdadero nombre es Catherine Fabienne Dorléac, pero tomó de nombre artístico el Deneuve del apellido de soltera de su madre, la también actriz Renée Jeanne Deneuve (más conocida como Renée Simonot, y fallecida en 2021 a los 109 años).
“¡Fue culpa de mi hermana!”, remarcó Deneuve sobre el cambio de nombre en una entrevista con el programa “Beau Geste”, de la cadena pública France 2, el pasado 24 de septiembre.
“Yo prefiero Dorléac (…) Deneuve no me gusta mucho”, confesó la actriz, que recordó que al comenzar en el cine a la sombra de su hermana, la también intérprete Françoise Dorléac, la madre de ambas les dijo que no podía haber dos Dorléac.
Françoise, fallecida en un accidente de tráfico el año en 1967, se quedó con el apellido original porque había comenzado antes su carrera. Pero sería Deneuve la que se convertiría en un auténtico mito.
A las órdenes de los grandes realizadores europeos
Deneuve trabajó en 1964 con su hermana en Los Paraguas de Cherburgo, un rol que impulsó su carrera, y con Polanski en 1965 en Repulsión. Un poco más tarde, en 1967, le llegó el papel que la encumbró: el de la esposa de un médico que se dedica a la prostitución de manera ocasional en Belle de Jour (1967), de Luis Buñuel.
En esa época tampoco dejó de hacer sus pinitos en un Hollywood fascinado con su mitificada belleza francesa, solo a la altura de estrellas como Brigitte Bardot o Jeanne Moreau.
Entre medias, fue también madre, algo que ella siempre había querido. A su primer hijo, Christian, lo tuvo en 1963, con solo 20 años, fruto de una relación con Roger Vadim y sin estar casada. El segundo llegaría casi dos décadas más tarde, su hija Chiara en 1972, con el actor italiano Marcello Mastroianni.
Las películas Tristana (Buñuel, 1970); El último metro (François Truffaut, 1980); Indochina (Régis Wargnier, 1992) o Bailar en la oscuridad (Lars von Trier, 2000) son solo algunos de los títulos que regaron su prolífica carrera en las décadas siguientes, convertida ya en un símbolo del cine francés y europeo con su belleza fría y melena teñida de rubio.
Es una imagen icónica que pervive hasta nuestros días y que fue protagonista del cartel de la última edición del Festival de Cannes, donde Deneuve había recibido la Palma de honor en el año 2005.
La actriz siempre ha rehusado manifestar sus preferencias políticas y, en los tiempos más recientes, ha tenido encontronazos con el movimiento “Me Too”.
En particular, ha defendido públicamente al director Roman Polanski y, en 2018, fue una de las cosignatarias de una polémica columna de opinión publicada en el diario Le Monde titulada “Defendemos una libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”.
El texto, con un centenar de firmas de mujeres de todo tipo de ámbitos, cargaba contra el feminismo que toma la forma “odio contra los hombres” y la sexualidad. Hoy sí habla de sí misma como “feminista”, aunque dice estar en contra de los excesos de ese movimiento.