CARTA A TD, sobre el libro ‘Antropología visual de la ausencia’ de Carmen Guarini
Una reseña de la obra que compila nueve ensayos y una entrevista, editada por Sans Soleil Ediciones, de la antropóloga, directora, profesora y productora de cine argentina.
A algunas personas las conocemos por sus libros, y no falta quien nos diga, pero si yo la conozco, a veces incluso con signos de admiración cubren esta frase. Elegimos el libro por su portada, por el título, o por el autor, aunque también existen esas situaciones en las que ninguna de estas tres razones son variables potenciales a la hora de elegirlo, lo hacemos más bien porque algo, que no sabemos qué es, nos lleva a él. Esa es una de las cualidades de un mal lector, que se deja llevar entre pasillos, con pulsaciones propias de una relación con el objeto que no tiene motivos aparentes.
Antropología visual de la ausencia (Sans Soleil Ediciones, 2017) con prólogo del crítico y teórico argentino Eduardo A. Russo, escrito por Carmen Guarini, es uno de esos libros de los que te hablo. La autora es antropóloga y documentalista, ella es también una de las co-directoras del DocBuenosAires Festival Internacional y Forum Internacional de Coproducción Documental.
Guarini compila nueve ensayos y una entrevista, todos los textos abordan el tema de la memoria y el olvido, a veces es la contratapa y lo que ahí se lee lo que lleva a un lector a interesarse por el libro, encuentro ahora que vuelvo a tomarlo entre mis manos que quizás esté ahí la verdadera razón del haberme hecho de él.
Después te das cuenta que el libro se hace de vos, cuando empiezas a leerlo, a descubrir en él ciertas cuestiones con las que puedes dialogar desde diferentes puntos. Es aquí donde Antropología visual de la ausencia despega y propone un viaje sin escalas hasta el lugar en el que encuentra al otro para poder reafirmar sus propios discursos, por eso la entrevista final con Jean-Louis Comolli (cineasta, teórico y editor en jefe de Cahiers du Cinema entre 1966 y 1978) resulta precisa para cerrar con lo que ya se ha desarrollado.
A pesar de la insistencia durante las últimas décadas por hacer presente el pasado traumático de la violencia en la región, todavía sigue siendo esta una cuestión débil en sus propias teorías. Es aquí donde te busco para poder abrir el debate mientras defiendes tus posiciones frente a lo que sucede aún como una herencia medieval de las formas de interpretar la realidad. Estas representaciones de lo violento sobre la sociedad en sus múltiples manifestaciones, hacen que el libro se comprometa políticamente con una causa, como no podría ser de otro modo en textos que intentan reflejar aquello que es una cicatriz sobre los pueblos, y que muchas veces sigue siendo una herida abierta.
El Terrorismo de Estado, que todavía se lo nombra en singular, cuando más bien es un plural que con sus diferencias arrastra el trauma en la sociedad, hace que esta urgencia de memorias, en este caso desde lo visual se convierta en fuentes primarias de información. Desde este lugar es que la autora también reflexiona sobre lo que la máquina/cámara representa para la antropología. No es únicamente un instrumento de registro sino también una herramienta de denuncia, y es aquí donde el valor del cine parece ser mucho más importante que el lugar regular que le es asignado desde la propia acción industrial que conscientemente parece condenarlo hacia la propia gestación del olvido desde imágenes que no dialogan con las realidades locales, y peor aún, desde la ausencia de contextualizaciones sobre este tema desde la teoría y la crítica.
Cada uno de los nueve ensayos responde a inquietudes propias; sin embargo, aquello que los une le da una coherencia al libro que permite ir descubriendo un cine que puede ser periférico es esta dicotomía de memoria/olvido. Lo particular en este caso, es que no sólo se refiere a películas como referencias de otros autores (como con Los rubios, Albertina Carri o M, Martín Prividera), sino que ella misma utiliza su propia obra como forma de reflexionar desde el lugar del creador como voz propia de lo que es la experiencia personal que se hace colectiva en tanto uno descubre toda una filmografía muy rica en contenidos sobre el tema que le cautiva a quien escribe.
Los ejercicios de memoria, que parecen tan personales, adquieren otros lugares en tanto son también el resultado de contextos y situaciones más complejas, las que ejercen su fuerza sobre el sujeto, y que requieren del otro para emerger como referencias de lo que ha sido. En este sentido, la memoria deja de ser personal para convertirse en colectiva, porque es desde ese lugar que se puede dejar (ya no como un lugar del pasado) una narración que permite entender lo que es el hoy.
¿Dónde queda la memoria? ¿Dónde quedan los olvidos? En ambos casos son construcciones personales que trascienden a lo colectivo. Nombrarnos, hacernos, ser. Estas parecen las claves de toda historia. Por eso nos hacemos, por eso somos y nos nombramos, porque tenemos el recuerdo hecho desde el presente, y los olvidos…
Un libro, sí, el de Carmen Guarini, te trajo hasta mí. Te hizo presente con su temática tan potente, con el estudio del conflicto, de la violencia y la resistencia sobre el olvido. Desde aquí, desde sus páginas he podido volver a verte defendiendo ya no sólo el reflejo sino la construcción de la imagen nuestra, desde las memorias que nos hacen ser, desde la sensación de tener la urgencia de seguir construyendo los recuerdos como lugares a donde retornar, cuidándolos, protegiéndolos, para que así pueda descubrir nuestro pequeño mundo quien vaya a venir, que sea entonces quien nos haga ser.
Quiso ser futbolista, estrella de rock, cineasta, pero solo le alcanzó para fracasar como cinéfilo en la soledad de su cuarto. Quiso ser escritor y en el periodismo sigue fracasando de forma impune hasta que alguien criminalice y prohíba el fracaso.